Me separé, es verdad. Aceptar decir adiós, que la relación ha terminado, es difícil y doloroso, no importa el tiempo que haya durado.

Pueden ser meses o incluso años, pero siempre dolerá la idea de perder a alguien, dar por hecho que esas historias que viviste y esa persona que idealizaste estaría a tu lado hasta hacerse viejitos ya no está, se ha ido.

Cuando ambos aceptaron que no había más que hacer por su relación y que lo mejor era decir adiós, no solo se rompía su corazón, sino también las promesas, ideas e ilusiones que habían construido juntos. Se rompía la idea que ella había construido de familia.

Su dolor era grande. Sin embargo, durante la relación vivieron parte de su duelo. Habían pasado tantas cosas durante los últimos años que una parte de ella se había hecho fuerte, solo vivía como en modo automático.

Eso no significaba que no doliera, que su pecho no sintiera esa presión al saber que cuando él se fuera se llevaría una parte de su historia. Dejó un hueco, el rompecabezas ahora no estaba completo.

Amor y dolor al decir adiós

Los meses siguientes lloró mucho. Habían pasado prácticamente casi año y medio de su vida llorando, llorando por querer que funcionara, por intentar ser suficiente, porque no podía partirse en mil, porque no se ponían de acuerdo, por ser perfecta y no serlo.

Sin embargo, esta vez era distinto. Horas de pláticas los llevaron a sincerarse. Esa noche ella lloraba nuevamente, le dolía saber y aceptar que ninguno era feliz, él también se sentía mal, se amaban (o así lo creían) pero no era suficiente, los dos no podían ni querían continuar, amaban tanto a sus hijos que no querían lastimarlos más.

El llanto y la tristeza seguían presentes, esta vez provenían del corazón, del amor. Cómo se acepta que por el amor tan profundo hacia ella misma, hacia él y hacia sus hijos, lo mejor era aceptar el fin, decir adiós.

Pensar en los niños provocaba un vacío en su estómago y un océano de lágrimas llenaban la habitación.

Aceptar el cambio y evolucionar

Han pasado muchos meses y si algo puede ver con claridad, es que ese día el amor estuvo más presente que nunca, el amor que se tuvieron y que pensaron perdido brilló con más fuerza. Tomar la decisión de separarse fue el acto más grande de amor que se dieron.

Ambos sabían que se lastimaban y ante esa realidad se decían adiós, por todo lo lindo que vivieron durante años, para no lastimarse más, para poder verse brillar nuevamente aunque sea a lo lejos, pero sobre todo por la familia que con tanto amor formaron.

Parecía contradictorio, pero hoy, casi a un año de aquella decisión, ahora todo tiene más claridad. Ese día se rompió su relación como pareja. Cada quien retomaba un camino distinto de manera individual, pero jamás dejaron que se rompiera su relación como padres.

Hoy sabe que durante esos años caóticos, no se amaron realmente, porque no se amaban a ellos mismos, no sabían quiénes eran, perdieron sus límites, la comunicación, cada uno vivía la relación y el matrimonio desde sus carencias y sus heridas.

Lo sabe porque hoy se ve al espejo y se reconoce, porque lo ve a él y puede ver esa sonrisa dibujada nuevamente en su cara. Porque ambos viven en paz.

Pensar que todo siempre sería igual fue el mayor error que ella tuvo. Nada es igual, todo cambia y debe evolucionar. Jamás serán los mismos, ni siquiera tienen los mismos gustos, hoy tienen más edad y ven la vida de manera distinta.

Construyendo una nueva relación

Qué complicado y duro es decir adiós, cuando sabes que es justo ese momento en el que se debe aceptar que se requiere crecer y no se puede seguir juntos.

Antes de llegar a herir más, antes de llegar al límite y entonces sí, perderlo todo: tu paz, tu cordura, tu vida, tus sueños y anhelos, digamos adiós a aquello que no nos construye y solo nos destruye.

Eso no quiere decir que será fácil, que no se pase por momentos de ira, de dolor, de llanto, de reclamo y negación. Ella se separó después de 15 años de relación. Hoy lo acepta, lo abraza y lo ve como el mejor acto de amor que pudieron darse.

Aún llora ocasionalmente por los sueños que no fueron o por lo que pudo ser. Aún llora en algún momento de su vida por las cosas vividas, pero hoy sonríe porque sabe que amar es elegir, amar es construir, porque amar es decir adiós en el momento correcto, y hoy construyen una relación distinta.

Hoy son familia por esos pequeños, pero vuelven a ser dos extraños que brillan separados sonriendo al saberse bien.